Cuando acabó la reunión y los cien asesores abandonaron el despacho, el Consejero de lo Rural y Campestre se echó hacia atrás en su sillón anatómico y, con las manos cruzadas tras la nuca, esbozó media sonrisa y suspiró confortado. Por fin lo había conseguido: a partir de aquel día, y por los siglos de los siglos, las subvenciones que desde la Unión Europea se dirigían a promover el vacuno, ovino y caprino, serían redirigidas, merced a una astuta maniobra burocrática, al Canino Urbano Doméstico (en adelante CUD). Leche y carne ya había bastante en los supermercados. Y bien barata, por cierto, según había oído.
” Los perros desenvuelven una encomiable labor humanitaria y social que, de alguna manera, es necesario promocionar y premiar”. Por el recuerdo que él tenía, las vacas eran unos animales enormes que más bien parecían pertenecer al ambiente de la sabana africana, sin relación con nuestro civilizado paisaje europeo. Tan grandes, tan torpes, tan estúpidas. Ni comparación con esos otros deliciosos y fieles animales, capaces incluso de adquirir características físicas y espirituales humanas, y llegar a parecerse a sus dueños. Se imaginó a una vaca como animal de compañía. ¡Quita! Si aún fuese un burro… Se le venía a la cabeza la imagen de un burro ideal, platónico, con unos enormes ojos de tierna esfera líquida; Suave, peludo… se diría todo él de algodón. Había oído historias de burros que viajaban en ascensor. Compraría uno para el jardín del chalet. Perros, ya había tres. Y a ver si se llevan bien, como los músicos de Bremen.
Recordó la mañana cuando, afeitándose ante el espejo, su esposa le había preguntado:-cariño, ¿porqué los perros no tienen subvención, como las vacas?- No supo qué responder. ¡Aquello era tan evidente, tan diáfano. Cómo no se le había ocurrido antes a él!
Y aquí estaba hoy. Orgulloso. Satisfecho. Puso los pies sobre la mesa y empezó a soñar con la próxima medida legislativa de su departamento; con su próxima ocurrencia genial, que lo podría catapultar algún día a la Presidencia de este gobierno de tecnócratas ácratas.