No creo en Dios, pero creo en Ana Belén. Tampoco creo en la Virgen María. Creo en Ana Belén. Todo lo que diga Ana Belén va a misa. Yo no voy a misa. Para qué. Tampoco veo la misa por la televisión, como mi madre. Ni la escucho por la radio. Por la radio prefiero que diga algo Ana Belén. O que cante. Qué me dicen de su voz. Fascinante en todos los sentidos. Ana Belén no envejece. Si tal, envejece algo, poco. Aunque ella dice de sí misma que es una pecadora, yo no creo que haya cometido nunca ningún pecado. Como mucho algún desliz inconexo, como Cecilia. Ah, Cecilia…; yo era, soy, un creyente de Cecilia. Pero nos dejó y ahora soy un creyente de Ana Belén. No es que no lo fuera antes y siempre, no, lo que pasa es que ahora lo soy a tiempo completo. Cada vez que paso por Benavente me acuerdo de Cecilia y de Vivaldi. Pongo, entonces, una vieja casette de Cecilia. Y rezo. Inmediatamente me pongo alegre aunque esté tan triste como D. Antonio. Vivaldi sólo se ponía contento en compañía de las ninfas que cantaban. Unas cantaban bien y otras no. Pero un hombre feo como D.Antonio iba a misa todos los días. Y la escuchaba. En Venecia todas las misas huelen a ninfa. A mí las ninfas ni fu ni fa. Prefiero mujeres hechas y derechas, y vuelta y vuelta. Ana Belén me abdujo y no pude resistirme. Me enteré de que además era comunista. Y entonces ya fue mi delirio. Y que conocía a D. Rafael Alberti; casi me desmayo. Como podría explicarlo. Ahora ya sólo queda un comunista en este país, y ya podéis imaginar cómo se llama. No, no envejece. Yo tampoco envejezco. Me miro en el espejo y me veo igual que ayer, las arrugas me temen; con las mismas ilusiones, o sea ninguna, y un oído que para qué. Oigo más de la cuenta. Menos misa, oigo de todo. Me hubiera gustado conocer personalmente a Ana Belén, pero no fue posible. Pertenecemos a mundos paralelos, y ya se sabe que las paralelas son dos líneas rectas que nunca se encuentran. Qué triste. Tal vez en algún lugar del Universo puedan encontrarse las líneas rectas paralelas. Será un flechazo. Tanto tiempo separados y ahora nos venimos a encontrar. Si yo me encontrase con Ana Belén en algún lugar de mi universo paralelo entonces también creería en el Azar como supremo hacedor de todas las dichas y desdichas posibles; el azar como único rector de las líneas rectas y curvas de nuestra vida. No pierdo la esperanza. Y juego a la quiniela de fútbol. Y leo el horóscopo. «Conocerás – me trata de tú, mi horóscopo – a alguien interesante». No me hago ilusiones. Pero creo.