BIODRAMINA DEVANADA
He acabado por pintar sillas. Soy un pintor de sillas. No soy la última contrata artesana de un ebanista que necesita que alguien pase el barniz a la obra acabada ; soy un perpetrador de sillas de dos dimensiones, que quieren ser tres o cuatro. No, una silla no tiene dos patas. Tiene cuatro, o como poco, arte equilibrista, tres. Pero las sillas de tres patas se me aparecen como traidoras y antinaturales. Una noche me caí de un taburete de tres patas. Deberían estar prohibidos, pero quién quiere prohibir. Me caí y me rompí una costilla. No me dolió en aquel momento, porque estaba anestesiado. Me pedí otro ron, muy bueno para los huesos. Las focas macho tienen huesos para erecciones difíciles, por el frio. Así cualquiera. A los osos les da igual. Lo trituran todo. Y sienten placer, cuando comen focas, cuando pueden comer foca, como los gallegos se deleitan con las filloas. Nos gustan más las filloas que las aceitunas rellenas. Que placer sentimos con el pulpo y la carne ó caldeiro, sin hueso, para poder tragar más deprisa; y las filloas de sangre. También nos adoran los chuletones de vaca vieja, de vaca joven, de buey castrado. Les vamos dejando el hueso varado en la playa del plato, hasta que con ímpetu caníbal atacamos el carbonato cálcico y no queda ni una hebra. En otra época pasamos hambre, los gallegos, pero tampoco demasiada. En cualquier casa te daban un plato de caldo y se te pasaba el apetito. Y la rabia. Y aquellos eran platos de caldo, con un sabor a todas las glorias del cerdo, acompañadas de una berza minero medicinal. Campo y playa.
El pulpo ya se infiltró en nuestros genes, como se infiltra la grasa en el jamón de jabugo, sin solución de continuidad, a vetas. Tan genético es el pulpo que las ferias de hoy, donde ya nada queda para comprar y vender, se hacen alrededor de la pulpeira. Los calcetines que vende el gitano son una mera disculpa mercantil, más próxima a Wall Street que a la idiosincrasia galaica. Nena, voy a la feria que se me acabaron los calcetines. Erotismo. Pornografía. Genética. No merece la pena preguntar.
Volviendo a la manía de las sillas, el que fue a Castilla perdió la silla. Supongo que el que fue a Castilla iría a Valladolid, porque allí estaba la silla carcomida de la corte de algún Austria, y los de Valladolid aun siguen creyendo que la Corte está allí, con el rey pasando el fin de semana en Madrid. No saben que los borbones sucedieron a los austrias, y tienen razón, porque, si cambias la carrancas o las golas, siguen siendo los mismos, imposibles de distinguir. Rijosos, atontados, gotosos, incultos y a veces condescendientes con la plebe. Royendo los huesos blandos. Todos somos un poco los culis que tiran de la silla de posta de los reyes y de sus ministros gordos, y vamos arranados cuesta arriba, con un poco de tiempo para ir haciendo hijos en las paradas de las posadas, bautizándolos en las paradas para aguas menores, enterrando a los viejos en las paradas para aguas mayores. En un gesto de la democracia, un gesto, que no un principio, se prohibieron los latigazos a los porteadores. Pero todo sigue un poco igual que en la época de Carlos el Hechizado. Espolvoreando migas en el asiento del bmv para que se sepa que ese día se comió bien. Y mandando al crío a la carnicería a buscar unos huesos. Para el perro. Y en la fiesta del patrono, las sillas de las chicas antipáticas a las que nadie saca a bailar, observan impasibles cómo se divierte el pueblo llano.